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BERLÍN, SINFONÍA DE UNA GRAN CIUDAD

  • Maria Camila​
  • 23 feb 2017
  • 2 Min. de lectura

Título original Berlin - Die Symphonie der Großstadt

Año 1927

Duración 62 min.

País Alemania

Director Walter Ruttmann

Guion Karl Freund, Carl Mayer

Música Película muda

Fotografía Robert Baberske, Karl Freund, Reimar Kuntze, László Schäffer (B&W)

Un tren se acerca con rapidez, un montaje paralelo y secuencias cada vez más cortas del mismo nos dejan ver su destino: Berlín. Son las 5 A.M. las calles están solas, los grandes edificios llenan el gran espacio y una bolsa se mueve en el suelo, al mejor estilo de American Beauty, Walter Ruttman se adelanta a su tiempo y experimenta con el género documental Sinfonía de Ciudad, para mostrarnos en su filme un Berlín ideal. Este director se inspiró, a su vez, en la película de Alberto Cavalcanti, Rien que les heures, de 1926.

Con una leve apertura de iris sabemos que el día está por comenzar, la protagonista es la ciudad, y con planos generales vemos a los habitantes como pequeñas partes de un gran todo. Mediante el continuo uso del reloj Ruttman nos muestra el quehacer diario de los berlineses desde las 5 a.m hasta las 8 p.m. La película se divide en cinco actos que van surgiendo según los momentos del día y éstos, a su vez, se segmentan en bloques.

Planos generales de los metros, los puentes, los parques, los edificios; planos detalle de las máquinas trabajando; planos americano de niños, hombres y mujeres; secuencia de una montaña rusa, peleas de perros, un mico en el zoológico; planos de perspectiva; el teatro, el circo; hombre y mujeres bailando, copas de whisky, y demás acciones y escenarios que se mezclan para componer esta gran melodía.

La razón para ver este filme es el montaje rítmico, Ruttman lo maneja con tal precisión, que nos permite yuxtaponer los variados planos que poco a poco se interconectan para darnos a entender una Berlín trabajadora, capitalista, cosmopolita y divertida: una ciudad ideal para vivir.

Sin embargo, bajo una lupa crítica e histórica, hoy en día sabemos que 1927 no pudo ser un año tan lleno de alegría en Alemania. La película ignora por completo los susurros políticos y revolucionarios que se esparcían por el país con tal rapidez que 6 años después un hombre llamado Adolf Hitler, apoyado por el pueblo, tomaría la cancillería del país. Además, son pocos los planos que muestran la cara pobre y marginal de la ciudad.

De hecho, hay un plano que llama particularmente mi atención: dos hombres judíos caminan con toda tranquilidad por la ciudad. Es curioso ya que sabemos el desenlace de aquella etnia en los años venideros.

Es por esto que el encanto de este largometraje radica en el montaje, tan bien logrado que ignoramos por completo la realidad de Berlín. De hecho, los fuegos artificiales del final, cierran con broche de oro la ilusión del mago Ruttman. Como ya dije, Este hombre se adelantó a su tiempo, y experimentó con un género que más tarde, en 1929, Dziga Vertov perfeccionó con El hombre con la cámara.


 
 
 

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#Cine #LaCuartaPared

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